Reconstruir vidas en Brasil
Cientos de miles de refugiados y migrantes de América Latina, el Caribe y de todo el mundo se establecen en Brasil. En São Paulo, un innovador programa de vivienda y empleo, ejecutado con apoyo del sector privado, ofrece un modelo de inclusión.

Javier Muñoz Mata apenas nota el olor fuerte a aserrín que se siente en el aire de un pequeño taller en el centro de São Paulo, Brasil. Mientras coloca una bisagra de metal en el armario que acaba de construir, y la coloca en su lugar con la destreza de un carpintero experimentado, echa un vistazo a la larga lista de tareas que debe hacer y que se encuentra pegada a la pared. Las pilas de muebles parcialmente acabados llegan casi hasta el techo; los montones de bisagras brillantes son un indicio de que se avecinan días de mucho trabajo.
A Muñoz esto no le preocupa. De hecho, es exactamente lo que esperó —soñó— durante años. Un trabajo bien remunerado no era posible de conseguir en Venezuela, país donde nació y creció. Por ello, en 2019, junto a su esposa Estéfani se fueron a Brasil cuando ambos tenían unos 25 años. Días después de cruzar la frontera, recibieron la documentación legal y los permisos de trabajo necesarios, así como otros tipos de ayuda. La pareja se estableció en São Paulo, la ciudad más grande del hemisferio sur, porque pensaron que tendrían mejores oportunidades de encontrar trabajo en esa ciudad.
“No queremos depender de nadie”, dice, encaramado sobre una caja puesta en un rincón de su taller. “Solo queremos tener la oportunidad de trabajar”.
Cuando Muñoz y su esposa arribaron a Brasil esperaban ganar lo suficiente para ayudar a sus padres, hermanos y otros familiares a salir de Venezuela, y también buscaban estabilidad financiera para tener hijos. Pero no podía prever lo que sucedería en São Paulo: fue seleccionado para participar en un programa piloto de carpintería dirigido a refugiados, y luego lo contrataron para ayudar a renovar un edificio de 74 años de antigüedad en el centro de São Paulo, conocido como el Edificio Chrysler, que fue abandonado hace una década. Gracias a una asociación con IFC, el Edificio Chrysler ofrecerá entre el 3 % y el 5 % de sus departamentos a un precio reducido y con una escala móvil de pagos para migrantes y refugiados.
“Tener este trabajo me da una profunda sensación de satisfacción”, señala Muñoz. “Ser parte de la reconstrucción de este edificio para que otros refugiados puedan vivir es más de lo que podría haber imaginado”.
Se necesitó mucha imaginación para dar forma a un proyecto como este y llevarlo adelante, admite Isadora Rebouças, fundadora y directora ejecutiva de Citas, una empresa de consultoría inmobiliaria de São Paulo que recupera edificios abandonados, entre ellos el Edificio Chrysler, ubicados en el centro de la ciudad.


“Estamos tratando de resolver un gran problema”, dice Rebouças, mientras permanece de pie en el balcón de un departamento piloto en el último piso del Edificio Chrysler y echa una mirada al perfil panorámico del centro de la ciudad.
“En realidad, estamos tratando de resolver dos, tres, cuatro, cinco problemas; demasiados para contarlos”, se corrige, apuntando a las numerosas estructuras abandonadas en los alrededores.
Estos edificios, en otro tiempo muy lujosos, no solo están deshabitados, sino también deteriorados, sus murallas se encuentran descascaradas y cubiertas de grafitis y tienen agujeros donde antes había ventanas. Muchas de estas construcciones, como el Edificio Chrysler, son estructuras arquitectónicas modernas de mediados de siglo que evocan el próspero pasado del centro de São Paulo.
Según Rebouças, mientras mira desde el balcón, estas presagian un futuro prometedor.
“¿Por qué querríamos demolerlas?”, se pregunta. “¿Por qué eso es mejor que renovar los edificios existentes? La ciudad necesita viviendas asequibles, lugares para refugiados y migrantes, y más empleos para todos. Tenemos múltiples problemas que se deben resolver. Pero no podía hacerlo sola. No soy ingeniera ni trabajadora humanitaria. No soy una funcionaria municipal. Soy la que tiene la hoja de cálculo”.
La colaboración con IFC ofreció un camino a seguir. Al principio, esta cooperación ayudó a financiar el programa de certificación de edificios ecológicos EDGE (i) para la modernización; lo que permitió lograr una reducción mínima del 20 % en el agua, la energía y el carbono incorporados en materiales de construcción. La cooperación con la oficina de ACNUR en Brasil hizo posible que los refugiados y migrantes interesados en carpintería recibieran capacitación para convertirse en carpinteros. (ACNUR [i] es el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.) Algunos de esos refugiados y migrantes, como Muñoz, fueron contratados para fabricar muebles para los departamentos del Edificio Chrysler. Posteriormente, el proyecto también recibió el respaldo de la Iniciativa Conjunta de IFC y ACNUR.
Como el Edificio Chrysler está preparando sus departamentos para sus primeros inquilinos, Rebouças apenas hace una pausa para marcar este hito. Citas no solo está demostrando que este edificio puede cumplir con los objetivos comerciales y de sostenibilidad y responder, al mismo tiempo, a una necesidad social, dice. Citas y los otros socios tienen como objetivo probar que este modelo se puede aplicar en todo el centro de São Paulo y en otras ciudades del mundo que necesitan emplear a grandes poblaciones de refugiados y migrantes, proporcionar viviendas asequibles y revitalizar las zonas urbanas.
“Es reconfortante ver la reconstrucción de este edificio, especialmente porque permite dar trabajo a los refugiados y ofrecerles un lugar para empezar una nueva vida”, señala Rebouças. “Pero esto es solo el comienzo”.


Cambiar la narrativa
Según Makhtar Diop, director gerente de IFC, proyectos pioneros como el Edificio Chrysler son una respuesta a una necesidad urgente.

“En todo el mundo, la inclusión de las poblaciones de refugiados y migrantes en los países receptores es un desafío, ya que ningún actor tiene la capacidad, la experiencia y los recursos necesarios para enfrentarlo por sí solo”, dice Diop. “Las colaboraciones que permitieron reconstruir el Edificio Chrysler muestran que es posible vincular las necesidades sociales y de sostenibilidad con soluciones comerciales. Estas audaces ideas han conducido a un programa piloto innovador que puede ampliarse y reproducirse en todo el mundo. Este es exactamente el espíritu de la Iniciativa Conjunta de IFC y ACNUR, y me anima ver que genera resultados tanto para las personas desplazadas como para las comunidades receptoras”.
No era obvio que un proyecto como este diera resultado, indica Maria Beatriz Nogueira, jefa de la oficina local de ACNUR en São Paulo. Nogueira se sorprendió al comienzo, cuando le propusieron el proyecto.
“Estamos acostumbrados a ver proyectos sociales que tienen un componente empresarial, pero este era un proyecto social inserto en un modelo de negocios, y era algo totalmente nuevo para nosotros”, explica. “No habíamos visto nada como esto antes”.

Nogueira se mostró abierta a la idea porque representaba una nueva forma de pensar sobre un antiguo problema. “Tenemos la oportunidad de cambiar la narrativa, de mostrar que las viviendas para los refugiados son más que refugios de emergencia a corto plazo”, dice.
Fue necesario modificar ese mensaje debido al aumento de la cantidad de refugiados, migrantes y personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo y en América Latina y el Caribe, una región que atraviesa “la peor crisis migratoria de su historia”, según el Banco Mundial.


Las cifras son extraordinarias.
Según ACNUR, a septiembre de 2023, más de

millones de personas se habían visto obligadas a abandonar sus hogares debido a conflictos armados, persecución o graves violaciones de los derechos humanos.
En América Latina, en el último tiempo, el mayor éxodo de personas se origina en Venezuela. A junio de 2023, más de

de venezolanos habían abandonado el país en busca de protección internacional y mejores condiciones de vida. En la región, Brasil es el tercer destino más popular para los venezolanos: 450 000 refugiados de Venezuela viven ahora en el país.
Brasil también acoge a

La Ley de Refugiados de Brasil de 1997 es la más progresista de la región; los expertos legales la han calificado como “una ley modelo sobre refugiados” (i) para América Latina.
Según Nogueira, las dos preocupaciones más urgentes de los refugiados que se establecen en São Paulo son la vivienda y el empleo. Pero São Paulo —una megaciudad (i) con una población de casi 12 millones (en portugués) de habitantes y uno de los niveles más altos de desigualdad en los ingresos (PDF, en inglés) en el mundo— enfrenta una “crisis de viviendas asequibles”, indica José Police Neto, subsecretario de Desarrollo Urbano y Vivienda de la municipalidad de São Paulo.

En esta ciudad, 52 000 personas sin vivienda (i) habitan en campamentos o en carpas, y la tasa de población sin techo de la ciudad es 4 veces más alta (i) que en Río de Janeiro y 4,7 veces más alta que en Belo Horizonte, la segunda y tercera ciudades con mayor número de personas sin hogar en el país.
Neto considera que: “Los edificios vacíos en el centro de la ciudad son un activo gigantesco” para enfrentar el desafío de proporcionar vivienda a los refugiados, los migrantes, las personas sin hogar, las familias de bajos ingresos y otros grupos que quieren vivir en el centro de São Paulo.

Destaca la eficacia de la legislación promulgada hace 10 años que promueve la transformación de los edificios del centro de São Paulo y su utilización como viviendas. La ley exige que los propietarios de construcciones que hayan estado vacías durante más de un año deben demostrar que están en uso o deberán pagar el doble de impuestos. En el marco de esta normativa se han expropiado 3 millones de metros cuadrados no utilizados a propietarios y los ingresos derivados de la venta se han invertido en la renovación de otras propiedades, explica Neto. Los edificios que permanecen abandonados durante cinco años se venderán y esto permitirá recaudar ingresos para el Estado.
“Una legislación responsable genera sostenibilidad”, dice Neto. “Las autoridades municipales quieren que las plazas y las áreas públicas se restauren, pero esto no puede hacerlo el Gobierno o el sector privado por sí solos. Las asociaciones del sector público con el sector privado también pueden ayudar, como el modelo que se utilizó en el Edificio Chrysler, el cual debería aplicarse en otros lugares”.


Refugio en la Ciudad
En 2018, casi al mismo tiempo que Citas comenzó a buscar formas de restaurar los edificios abandonados, ACNUR e IFC se asociaron en Brasil para apoyar a los refugiados y migrantes. El objetivo de IFC era fomentar la participación del sector privado en las áreas de empleabilidad, vivienda asequible e inclusión financiera, explica Carlos Leiria Pinto, gerente a cargo de las operaciones de IFC en Brasil.
“Los intereses se alinearon en las tres áreas”, recuerda Pinto. “Reunir al sector privado con las organizaciones sociales fue una fórmula ganadora porque nuestros objetivos eran complementarios”.
ACNUR e IFC comenzaron a colaborar con Citas en 2021. Al ayudar a Citas a seguir adelante, ACNUR encontró una nueva forma de ayudar a los refugiados y migrantes a rehacer sus vidas en Brasil.
Junto con IFC, la oficina en São Paulo de la agencia internacional para los refugiados puso en marcha el proyecto “Refugio en la Ciudad”, un programa de capacitación laboral en carpintería y hotelería dirigido a refugiados y migrantes. Caritas Arquidiocesana de São Paulo, una entidad de ejecución local de ACNUR, seleccionó a los participantes, apoyó la inscripción en el curso y facilitó la participación a través de estipendios para solventar los costos de transporte y alimentos.
Diecisiete personas de Venezuela, Cuba, Angola, Marruecos y Colombia tomaron el curso de tres semanas de duración impartido por la escuela de diseño Lab74. Los graduados recibieron un kit básico de herramientas, un certificado y materiales de trabajo, además de apoyo para abrir una cuenta bancaria e inscribirse como microempresarios individuales. También obtuvieron ayuda para encontrar oportunidades laborales y algunos, como Muñoz, fueron contratados por Citas.
Transformar el edificio comercial en 283 unidades residenciales amuebladas y a precios asequibles ha sido un desafío, indica Rebouças, pero Citas cree en su estrategia de adaptar sus departamentos y productos al mercado al que sirve.
“Conocemos nuestra audiencia y estamos desarrollando un producto para personas que quieren vivir aquí”, dice. “Quieren estar a poca distancia del transporte público para poder llegar a sus trabajos, y necesitan precios de alquiler bajos. Podemos ofrecer eso, sin dejar de cobrar las tarifas del mercado, de modo que sea un negocio sostenible desde el punto de vista financiero y reproducible a largo plazo. No tenemos que esperar que las cosas vayan mejor; sabemos que pueden ir mejor”.
Muñoz también confía en que las cosas pueden mejorar. Mientras arma muebles para los departamentos, piensa en los residentes que abrirán los armarios que ha fabricado o colocarán su teléfono en una mesa de noche que él construyó.
“Me imagino a las personas que viven allí, y creo que serán felices”, afirma.
En cuanto a la “profunda sensación de satisfacción” que le produce su trabajo, esta se extiende ahora a su vida personal. Recientemente pudo ayudar a su hermano y a otros familiares a salir de Venezuela y reunirse con él en Brasil. En la actualidad, Muñoz y su esposa Estéfani están esperando un hijo: su “bebé brasileño”, dice sonriente.


El proyecto piloto implementado con Citas recibe financiamiento del Fondo Fiduciario General de Japón (CJTF, por sus siglas en inglés).